Inmigrantes e inmigrantes
El jueves iba en el metro a eso de las 8 de la tarde. El vagón, hacia el centro de Madrid desde Vallecas, iba bastante vacío y pude sentarme sin problemas a leer.
Nada más hacerlo empiezo a oir gritos de un diálogo sin sentido. Justo frente a mi, dos inmigrantes totalmente ebrios se repetían una y otra vez las mismas frases a un nivel sonoro que hacía que todo el vagón les mirase. Nadie decía nada, aunque podía adivinarse en las miradas del resto de los viajeros lo que todos pensábamos.
Unas cuantas paradas después, cuándo ya iba a bajarme, un pasajero a mi lado, también extranjero por el acento y preparado para salir, se les encaró y les pidió que hablaran más bajo. Obviamente no consiguió razonar con ellos, ni con la ayuda de otro inmigrante que salió a apoyarle. Justo antes de que bajáramos, el primero pronunció una frase que sonó dolorosa en su voz: "Gente como vosotros hace que los españoles piensen que todos los extranjeros somos unos borrachos"